Solemnidad de la Epifanía, o manifestación del Señor.
La fiesta de hoy, prolongación de la Navidad, tiene en nuestra liturgia como protagonistas a unos magos de tierras extrañas que vienen a adorar al Mesías. Celebramos, en el Niño nacido de María, la manifestación de aquel que es el Hijo de Dios, el Mesías de los judíos y la luz de las naciones.
Como los reyes magos se dejaron guiar por la luz de aquella estrella, nosotros nos dejamos conducir también para adorar y celebrar con gozo al niño Jesús.
El evangelio de San Mateo nos cuenta el episodio de los reyes magos que vienen a visitar al recién nacido Mesías. Esos personajes que vienen desde lejos, obedientes a una intuición misteriosa, llegan hasta Jesús, lo reconocen como el enviado de Dios y «cayendo de rodillas, lo adoran».
Solemnidad del Bautismo del Señor
Este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Hace unos días, veíamos al Niño, en el pesebre de Belén, adorado por los Magos. Ahora, le contemplamos ya adulto, y se va a someter al bautismo de penitencia de Juan, que Él, obviamente, no necesita.
Mateo nos presenta la escena del bautismo del Señor. Juan no quiere bautizar a Jesús porque sabe que no tiene pecado, pero el Señor se presta al bautismo como un pecador más. Y es Juan –y todos los presentes– quien va a ver y oír la fuerza de la Trinidad, del Dios uno y Trino.
Hemos de ver, en el Bautismo del Señor nuestro propio bautismo pues, en ambos, el Espíritu nos anima a la misión de ayudar y salvar a los hermanos.