La reflexión del Evangelio del 6º Domingo de Pascua del 2025, tomado de Juan 14, 23-29, se centra en la profunda conexión entre el amor a Jesús, el cumplimiento de su palabra y la presencia del Padre y del Espíritu Santo en la vida del creyente.
El Amor como Fundamento: Jesús establece claramente que la prueba del amor hacia Él se manifiesta en la observancia de sus palabras. No se trata de un amor puramente sentimental, sino de un amor activo que se traduce en la práctica de sus enseñanzas. Este amor es el requisito fundamental para experimentar la promesa que sigue.
La Morada de Dios: La promesa de Jesús es íntima y transformadora: «Si alguien me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.» Esta imagen de Dios Padre e Hijo haciendo morada en el creyente es poderosa. Significa una presencia viva, una comunión profunda y una inhabitación divina en el corazón de quien ama y obedece a Jesús. No se trata de una presencia lejana o meramente simbólica, sino de una realidad espiritual que transforma la vida desde dentro.
La Acción del Espíritu Santo: Ante la partida física de Jesús, surge la pregunta de cómo sus discípulos podrán recordar y comprender sus enseñanzas. Aquí entra en juego la figura del Espíritu Santo, el «Consolador», que el Padre enviará en nombre de Jesús. Su misión será enseñar todas las cosas y recordar todo lo que Jesús ha dicho. El Espíritu Santo no trae nuevas revelaciones, sino que profundiza, actualiza y hace comprender en el corazón de los creyentes la plenitud del mensaje de Jesús. Es el Espíritu quien guía a la Iglesia en la interpretación y vivencia del Evangelio a lo largo de la historia.
La Paz que Trasciende el Mundo: Jesús ofrece a sus discípulos una paz diferente a la que ofrece el mundo. No es una paz superficial o ausencia de conflictos externos, sino una paz profunda, fruto de la presencia de Dios en el alma. Esta paz es un don que fortalece el corazón y lo libera del temor y la turbación ante las dificultades. Es una paz que nace de la confianza en el amor del Padre y en la presencia del Espíritu Santo.
Alegría en la Partida: Jesús pide a sus discípulos que se alegren de su partida al Padre, porque el Padre es mayor que Él. Esto no significa negar la tristeza de la separación, sino comprender que la ascensión de Jesús es un paso necesario para su glorificación y para el envío del Espíritu Santo. Es una perspectiva de fe que mira más allá de la pérdida inmediata y vislumbra la plenitud de la obra redentora de Cristo.
Creer en la Palabra: Jesús les dice estas cosas antes de que sucedan «para que cuando sucedan, creáis.» La anticipación de los eventos fortalece la fe de los discípulos. La resurrección, la ascensión y la venida del Espíritu Santo confirmarán la veracidad de sus palabras y consolidarán su fe en Él como el Hijo de Dios.
En resumen, el Evangelio de este domingo nos invita a:
- Examinar la autenticidad de nuestro amor a Jesús: ¿Se traduce en la práctica de sus enseñanzas?
- Abrir nuestro corazón a la presencia de Dios: ¿Somos conscientes de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo desean habitar en nosotros?
- Confiar en la acción del Espíritu Santo: ¿Nos dejamos guiar por Él para comprender y vivir el Evangelio?
- Buscar la paz que viene de Dios: ¿Permitimos que su presencia calme nuestras angustias y temores?
- Crecer en la fe a través del cumplimiento de la Palabra: ¿Creemos en las promesas de Jesús y las esperamos con confianza?
Este Evangelio es un llamado a una relación profunda y viva con Dios, basada en el amor activo a Jesús y abierta a la acción transformadora del Espíritu Santo, que nos conduce a experimentar la verdadera paz que el mundo no puede dar.