En el evangelio de este domingo los apóstoles piden: “Señor, auméntanos la fe”. Jesús responde que incluso una fe pequeña, como la de un grano de mostaza, puede mover montañas.
Lo que Jesús nos enseña no es que la fe deba ser enorme desde el inicio, sino que la fe sincera —aunque humilde— puede obrar maravillas si ponemos nuestra confianza en Él. No es el tamaño lo que cuenta, sino la pureza del corazón.
Además, Jesús nos recuerda que como servidores “inútiles” hemos de acoger nuestra misión con gratuidad: hacer lo que Dios pide no para acumular méritos, sino por amor fiel.
Que esta palabra nos impulse a cultivar nuestra fe día tras día:
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Rezando con sencillez y confianza.
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Sirviendo sin esperar recompensas humanas.
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Recordando que Dios cuenta más con nuestra fidelidad que con nuestros logros visibles.
Que, como los discípulos, podamos decir al Señor: “Auméntanos la fe”, y que Él vaya silenciando nuestras dudas y fortaleciendo nuestra esperanza en Él.