Dios obró maravillas en María preparándose un templo digno y hermoso donde habitar. Por ello la preservó desde el primer instante de su concepción de toda mancha de pecado. Dios también quiere obrar maravillas en nosotros: ¡nos llama a ser santos desde toda la eternidad! Que al contemplar a María Inmaculada crezcamos en deseos de imitar su corazón.
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