Las valoraciones humanas de una persona dan a veces más importancia a lo que tiene o puede que a lo que es. La liturgia de este domingo nos enseña otros criterios.
En la primera lectura, el autor hace un elogio de la sabiduría valorándola por encima de todos los bienes de la tierra. También el evangelio propone el máximo bien al que puede aspirar el ser humano: la vida eterna. El que quiera alcanzarla descubre que merece la pena dejarlo todo y seguir los pasos de Jesús.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, leemos en el pasaje de la carta a los Hebreos. A ella nos abrimos, pidiéndole al Señor que penetre en lo más profundo de nuestra vida.