La ambición y los deseos de poder, por los que discuten los discípulos y de los que nos habla la carta de Santiago, sólo generan luchas y conflictos.
En cambio los cristianos estamos llamados a una vocación mucho más hermosa: sembrar paz que sea capaz de dar frutos de justicia.
Dios promete a los sencillos revelarles sus misterios. Jesús no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida por todos.