Domingo XIV del Tiempo Ordinario – ciclo C

El domingo pasado la liturgia nos hacía énfasis en la vocación, el llamado de Dios a una misión en su proyecto de salvación. Hoy nos envía a misionar, a llevar esa Buena Nueva de salvación a aquellos que aún no le conocen.

El profeta Isaías nos presenta, en la primera lectura, una descripción encantadora de Jerusalén, que, como una gran matrona, espera a que sus hijos regresen del exilio y se concentren en su regazo para consolarlos. La alabanza que resuena en el salmo bien podría estar motivada por la alegría de ese reencuentro.

El evangelio de Lucas, en cambio, nos dice que la Iglesia –la Nueva Jerusalén–  no esperará a que sus hijos vengan a ella, sino que saldrá a los caminos para anunciarles la paz que llega con el reinado de Dios.

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