Este domingo damos inicio a una larga etapa en el tiempo litúrgico que se llama «tiempo ordinario». Esta nueva etapa dura hasta la festividad de Cristo Rey, que cierra el año eclesiástico y enlaza con el nuevo tiempo de Adviento.
Las lecturas de este domingo nos dejan oír campanas de boda. El profeta Isaías nos presenta a Jerusalén como la novia con la que el Señor quiere contraer matrimonio. Esos desposorios, anunciados por los profetas, se han hecho realidad en Jesús, que riega su banquete de bodas con el mejor de los vinos para celebrar así que la gloria de Dios habita en medio de este mundo.