Las lecturas del domingo nos recuerdan la alianza que el Señor hizo con el rey David al asegurarle que su dinastía se mantendría para siempre en el trono de Judá. Esa promesa se cumplirá en Jesús, el Mesías esperado cuyo Reino no tendrá fin, el Hijo del Altísimo concebido en el vientre de una humilde muchacha de Nazaret.
En la noche del 24, El niño Jesús nace en nuestros corazones, nos trae la paz y le pedimos que esa paz reine en el mundo, especialmente aquellos lugares invadidos por la violencia.
Y el día 25, Navidad, estamos de fiesta porque las profecías del Antiguo Testamento se han hecho realidad y Jesús, el Verbo, se ha hecho carne y habitó entre nosotros.