Las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma hablan de muerte y de vida.
Abrahán, el hombre fiel y obediente, no se reservó a su hijo Isaac; Dios Padre entregó a su Hijo único, el predilecto, por todos nosotros.
En el relato de la transfiguración vemos la revelación solemne de Jesús como Hijo, como predilecto, como Maestro. Se esconde también el misterio de la muerte de Jesús.